Por Alex Villegas..

El ciudadano presidente intenta de nueva cuenta, vender espejitos al pueblo bueno, al celebrar avances en los casos Odebrecht y Ayotzinapa, que están lejos hasta el momento de esclarecerlos.
Que el ciudadano fiscal haya echado verbalmente abajo la verdad histórica del caso Ayotzinapa, sólo significa que se reabrirán las investigaciones, pero aún no hay culpables ni sentencias.
Por lo que hace al caso Odebrecht, que Emilio Lozoya Austin haya aceptado ser extraditado a México, no se traduce en la inmediata comprobación de corrupción ni la caída de sus eventuales cómplices.
En consecuencia, la celebración del ciudadano presidente se traduce en más ruido que nueces.
Dignidad
El mensaje del ciudadano presidente sobre su viaje a Estados Unidos, en el que señala que representará a México con decoro y dignidad, cae de nueva cuenta en lugares comunes.
De entrada, el hecho de que haya aceptado hacerse la prueba de COVID-19, como requisito para realizar el viaje, nos deja mal parados porque a la fecha en el plano nacional había evadido esa posibilidad. Pero si París bien vale una misa, un viaje a Estados Unidos, sin duda, vale someterse a la prueba de COVID-19.
En paralelo, como ciudadanos debemos tomar en cuenta la posición digna y de decoro que asumió por su parte el ciudadano primer ministro de Canadá, ante la invitación a reunirse con el ciudadano presidente de Estados Unidos, para conmemorar la entrada en vigor del TMEC.
Evidentemente el decoro y dignidad del ciudadano presidente dista mucho de los asumidos por el primer ministro canadiense.
Covid
La barrera de los 30 mil decesos por COVID-19 que en algún momento planteó el ciudadano subsecretario López Gatell fue rebasada, ahora solo falta que vuelva a poner un nuevo alcance y a la par acepte abiertamente que estimar con acierto los efectos de la pandemia en el país, está lejos de su alcance.
A la fecha, el verde del semáforo epidemiológico no ha llegado a algún estado de la Federación, en tanto el país aparece dividido entre rojo y naranja, lo cual se traduce en un horizonte complicado e incierto, donde la ciudadanía pone los muertos y las autoridades sólo las estimaciones y el optimismo.

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