El hombre es libre en el momento en que desea serlo” Voltaire.

 

Por Carlos Mota Galván

 

Existen frases tan contundentes, que no obstante su reducido número de palabras, son
capaces de hacernos sentir las frustraciones sí, pero también la esperanza de un pueblo que habiendo despertado del letargo al que lo sometieron, alimenta un nuevo sueño de conseguir su libertad y emprender la reconquista de sus derechos arrancados.
“Cuando comprendimos lo frágiles que se habían vuelto nuestras instituciones, ya era tarde” dijo la hija de Maria Corina Machado, Ana Corina Sosa, a nombre de su madre, durante la ceremonia de entrega del premio Nobel de La Paz, en Oslo, Noruega. Un discurso lleno de emotividad donde dio cuenta de la lucha pacífica emprendida contra el “chavismo”, así como el reconocimiento a tantos políticos, periodistas y ciudadanía en general, que han optado por enfrentar, sólo con argumentos, a un régimen dictatorial que haciendo gala de la fuerza ha buscado minarlos sin lograr en los hechos conseguir su propósito.
Esta “Tierra de Gracia” como la llamó Cristóbal Colón por su belleza, cayó fácilmente presa del chavismo ante la inconformidad de un pueblo que en los 80s y principios de los 90s veía decaer el auge petrolero que una década atrás, en la llamada “Venezuela Saudita”, tal y como se les etiquetaba dada su prosperidad mediante la renta petrolera que vivían, acuñando incluso una frase que además de irresponsable, les pinta de cuerpo entero como pésimos administradores: “está barato, dame dos”, tan popular entre esa ciudadanía sudamericana de aquellos años.
Esta idea tan parecida a la que se vivió en México cuando López Portillo prometió
“administrar la abundancia” ante nuestra también riqueza petrolera, obtuvo los mismos resultados, bonanza para unos cuantos y empobrecimiento para los más, propiciando un caldo de cultivo que algunos aprovecharon para enriquecerse y otros para conforme avanzaba la utopía en que vivíamos, ganar partidarios para su causa. Corina Machado dio pormenores, a través de su hija, de cómo el régimen chavista, ahora por medio de Maduro, terminó por desmontar la democracia venezolana: violando la constitución, censurando a la prensa, purgando jueces, implementando una corrupción que cayó en lo obsceno, y sus vínculos con el crimen organizado, que al final, esto último, fue lo que les llevó a cavar su propia tumba.
Casi 9 millones de venezolanos han tenido que huir de su país tras tres décadas de
dictadura, registro superior al registrado en Siria o Ucrania, en tiempos de guerra; tragedia matizada por intensas campañas de propaganda interna que afirmaban que ahí todo era maravilloso y que su presidente, Maduro, era muy popular y querido por su pueblo.

La verdad, sin embargo, era otra, un pueblo empobrecido obligado a deambular en condiciones precarias en otras naciones en busca de condiciones estables y niveles mínimos de desarrollo para sostenerse sin que a sus autoridades les importara otra cosa que seguir detentando el poder para su beneficio personal.
Machado, publica The Washington Post, contó con ayuda norteamericana (por convenir así a sus intereses), para salir de forma subrepticia de Venezuela y acudir a recibir en Noruega un premio que le recuerda al mundo que la libertad, siempre ha sido y será, la condición más importante para el ser humano, que en su nombre siempre las mayorías están dispuestas a participar cuando la música del encantador se apaga y muestra su insuficiencia para sacarle de sus pesares, que la libertad es el piso sobre el que se pavimenta la democracia y es ahí justamente dónde se consiguen los verdaderos beneficios sociales.
Todo esto es una historia que se repite una vez más en nuestro continente y que pese a que siempre acaba como la presente, ello no parece desanimar a quienes suelen aprovecharse de ello.

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