Por Daniel Lee
Estamos a pocos días del 18 de diciembre para el Día Internacional de las Personas Migrantes. La fecha, obliga —o debería obligar— a una pausa incómoda. No para la conmemoración vacía ni para el discurso institucional predecible, sino para una pregunta de fondo: ¿qué tipo de sociedades estamos construyendo cuando hablamos de migración? ¿Y a quién beneficia realmente la forma en que hoy se encuadra el debate público?
En ese contexto, Hola América, la iniciativa de innovación social para la migración impulsada por Ashoka, lanza la campaña #TodoSeMueve, una acción colectiva en redes sociales que no busca convencer desde el miedo ni responder a la polarización con consignas, sino desplazar el eje del debate.
La campaña surge semanas después del Festival Hola América, realizado en la Ciudad de México en la UNAM, que reunió a más de 500 actores de la sociedad civil, la academia, el sector privado, medios y comunidades migrantes para repensar el papel de las personas migrantes como agentes de cambio, no como sujetos pasivos de asistencia o control.
El momento no es casual. Estamos ante una encrucijada histórica. Las democracias se tensan, la gobernanza internacional se fragmenta y la crisis climática acelera desplazamientos humanos que ya no pueden explicarse con las categorías del siglo pasado. En medio de estas transformaciones, la migración ocupa un lugar central, pero no siempre por las razones correctas. Con demasiada frecuencia, las personas migrantes son convertidas en chivos expiatorios de problemas estructurales: precarización laboral, crisis de vivienda, colapso de servicios públicos o desafección democrática.
Sin embargo, como advierte Marianny Pacheco, directora de Hola América, el riesgo va mucho más allá de la estigmatización: “Cómo pensamos y actuamos en torno a la migración influirá directamente en el rumbo que tomarán nuestras sociedades: en su capacidad de sostener una democracia viva, en la forma en que se construye la gobernanza internacional y en la posibilidad de cuidar el planeta de manera colectiva. Si acertamos, podemos encaminar los grandes retos de nuestro tiempo hacia soluciones viables para todos. Si no lo hacemos, las consecuencias pueden ser profundas y durar décadas”.
La crisis no es la migración, es la narrativa
El estado actual de la opinión pública sobre la migración atraviesa una crisis profunda. Se ha normalizado una narrativa reduccionista que presenta a las personas migrantes como amenaza, carga fiscal o fuente de caos. Este encuadre no solo es éticamente cuestionable; es políticamente miope. Al simplificar un fenómeno complejo, bloquea la posibilidad de diseñar políticas públicas flexibles, adaptativas e innovadoras.
El resultado es un círculo vicioso bien conocido: discursos alarmistas generan sensación de descontrol; esa percepción alimenta respuestas políticas extremas; y esas políticas rígidas, lejos de resolver el problema, profundizan la precariedad y refuerzan la idea de crisis permanente. Romper ese ciclo es urgente, no solo para proteger derechos humanos, sino para preservar la capacidad misma de las sociedades de pensarse a largo plazo.
La experiencia binacional: el aporte de @FuerzaMigrante
Este esfuerzo por cambiar la narrativa encuentra un eco natural en el trabajo que desde hace años realiza la Organización Binacional Fuerza Migrante, bajo la dirección de Don @JaimeLuceroC A diferencia de los enfoques que reducen a las personas migrantes a cifras o víctimas, Fuerza Migrante ha insistido en visibilizarlas como sujetos políticos, económicos y sociales, con voz propia a ambos lados de la frontera.
Desde Estados Unidos y México, la organización ha impulsado acciones concretas: defensa de derechos laborales, acompañamiento legal, incidencia política binacional y una narrativa que reconoce el papel estratégico de la diáspora mexicana en la economía, la democracia y la cohesión social. En momentos de endurecimiento de políticas migratorias y discursos abiertamente hostiles, Fuerza Migrante ha colocado en la agenda pública una verdad incómoda: las economías que criminalizan a las personas migrantes dependen estructuralmente de su trabajo.
Además, su labor de articulación con organizaciones comunitarias, legisladores y medios ha demostrado que otra conversación es posible cuando se parte de la experiencia vivida de las personas migrantes y no de prejuicios. En ese sentido, su trabajo dialoga directamente con el espíritu de #TodoSeMueve: desplazar la discusión del control hacia la corresponsabilidad, del miedo hacia la interdependencia.
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