• Jóvenes, entre la lucha por su desarrollo y los riesgos de la inseguridad

Orlando Linares López

Con la consigna: “Ni perdón ni olvido”, el lunes pasado, una vez más, miles de jóvenes salieron a las calles para recordar la matanza juvenil del 2 de octubre de 1968. Junto a cientos de personas no tan jóvenes -sobrevivientes de aquella noche trágica- la generación conformada por nietos de quienes vivieron de cerca los hechos de 1968 y 1971, además familiares de los 43 estudiantes desaparecidos hace 9 años en Ayotzinapa y de madres, padres y hermanos de otros tantos jóvenes que han sido víctimas de violencia, bullying, secuestros, desapariciones u homicidios, caminaron por las calles con, casi, las mismas consigas, demandas y exigencias de los últimos 55 años. En una realidad, donde miles de familias viven con el dolor por un hijo, hermano o amigo, que un día salió de su casa (o peor aún, lo sacaron) y aún no se sabe nada de él, ser joven implica vivir en una constante lucha para asegurar derechos constitucionales y humanos y acceder a condiciones educativas, de salud, laborales, familiares y sociales, que garanticen su desarrollo. Ser joven también implica vivir en constantes riesgos derivados de la inseguridad, falta de oportunidades y altas posibilidades de ser presa fácil del narcotráfico, de un creciente mercado de drogas, de trata de personas, adicciones, agresiones, homicidios y desapariciones, entre otros. Cifras acumuladas de 1990 a 2021 del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, indican que, de las 97 mil personas en esa condición, el 40% son hombres y mujeres, de entre 15 y 29 años de edad. En 2021, un estudio realizado por el Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad, advirtió que entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes, estarían en riesgo de ser reclutados o utilizados por grupos delictivos en México. En días pasados, diversos medios de comunicación destacaron los resultados de un estudio que refiere que en México los cárteles del narcotráfico son el quinto empleador de jóvenes, por encima de Pemex y solo superado por algunas empresas trasnacionales. De acuerdo al estudio, los grupos criminales tienen entre sus filas a unos 175 mil jóvenes, 60 mil más de los que tenían hace diez años. La elevada necesidad es para suplir a quienes mueren o que son llevadas a prisión a causa de las actividades delictivas relacionadas al narcotráfico. En datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), de 2021 a 2022, los delitos contra personas de 0 a 17 años pasaron de 27 mil 801 a 33 mil 221, un incremento de más del 19%. Aunado a ello, cada año ocurren más de 13 mil homicidios y 95 feminicidios contra menores de edad. A nivel nacional hay más de 3 mil adolescentes en conflicto con la ley y más de 66 mil jóvenes, de entre 18 y 29 años, se encuentran en prisión. La principal causa de muerte de las personas de 15 a 35 años son las agresiones y homicidios. De acuerdo a la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas, en México los jóvenes son los que más desaparecen, la edad del 53% de los desaparecidos se ubica entre 15 y 34 años de edad. La publicación “México destruyendo el futuro”, de Animal Político, precisa que, en relación a jóvenes de 18 a 25 años, en los cuatro primeros años de este gobierno aumentaron 46% las denuncias de desaparecidos, con 18 mil 056 casos. De ellas, 7 mil 644 continúan vigentes. En el mismo periodo aumentó 75% la localización de jóvenes, de entre 26 y 29 años, que estaban desaparecidos y que fueron hallados muertos, con al menos 588 casos. Resalta también que la violencia está generando otro impacto en la juventud: el desplazamiento forzado. A lo largo de la historia de nuestro país han ocurrido muchos agravios hacia la población joven, lamentablemente en los últimos 20 años, múltiples factores y la falta de oportunidades genera una permanente tragedia social donde la violencia se ensaña contra ellos. Queda, entonces, reivindicarles la esencia del ser joven para que puedan vivir los momentos donde se empieza a establecer la identidad, la toma de decisiones, la proyección de expectativas y sueños para su vida futura y mejor que sea en condiciones que aseguren su madurez emocional, intelectual y social.

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