Hablemos sobre el psicosíndrome del hijo de una prostituta

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La prostituta declarada abiertamente o encubierta también tiene una casa, una familia, por supuesto hijos e hijas, quienes desde pequeños y paulatina e inevitablemente irán observando y entendiendo o enjuiciando las actividades de su madre

Alma R. Bernal Trujillo / @AlmaBer03976513 Antes de iniciar la descripción de este psicosíndrome, quiero aclarar que el tratamiento de estos temas no es con la finalidad de degradar o hacer sentir mal a nadie, simplemente considero que es necesario mencionarlo de esta manera y es cómo se describe a aquellos que se encuentran en esta situación existencial. Las prostitutas declaradas abiertamente o encubiertas también tienen una casa, una familia, por supuesto hijos e hijas, quienes desde pequeños y paulatina e inevitablemente irán observando y entendiendo o enjuiciando las actividades de su madre; el por qué de las visitas frecuentes de varios hombres con actitudes no precisamente amistosas y amables; de las salidas frecuentes y todo lo que conlleva a lo que se dedica su madre, incluyendo las acciones y las implicaciones en general de lo que significa el comercio sexual; lo que daba como resultado ser señalados y alejados de la mayoría de la sociedad por este tipo de actividad que su madre ejerce. Llegar a tener que reconocer, finalmente, que la mujer se dedica a la prostitución; lo que es sinónimo de degradación y desprestigio; y que por desgracia esa mujer, no es otra más que su madre, hace que la propia existencia de los hijos se vuelva meramente insoportable pues otras mujeres “sí son decentes”; no como ella y que se crezca con el prejuicio de que quizás sea el único futuro que le espera a las hijas de estas mujeres. Escuchar que se le dice (sin conocimiento de causa), que es “un hijo de puta”, es enfrentarlos a una realidad que por lo menos internamente es inocultable y por lo tanto es imposible protestar sobre el tema o incluso tratar de invisibilizarlo. La madre es la madre, única e incambiable, y sucede que ejerce la actividad que menos hubiera deseado el hijo o la hija que ejerciera; lo que en los menores hace surgir la idea que ¿si las demás mujeres se dedican a lo mismo? El camino de la venganza surge como alternativa heroica para rescatar un poco de la maltratada dignidad y el maltrecho amor propio a través de “purificar” a cuanta mujer cruce por su camino sin importar de quién se trate y sin el menor juicio crítico acerca de las ideas que se puedan llegar a tener; ya que para que el hombre pueda respetar a la mujer, un antecedente muy importante es la integridad, honestidad y respetabilidad que tengan hacia su madre. Por tal motivo, el hijo de una prostituta sería proclive a relacionarse con la mujer por medio del lenguaje y de las actitudes obscenas, ya que es casi imposible de manera afectuosa, social o intelectual. La actitud desconsiderada para cualquier mujer se vuelve la forma habitual de trato. La justificación siempre será la de: si la madre fue prostituta; la imagen que tenía que ser pura y sublime por excelencia ¿qué otra cosa se podría esperar de las mujeres que no importan afectivamente y que no están protegidas por el lazo de una relación familiar? La lógica interna de un individuo, involucrado en un problema así, será la de si su madre fue prostituta, todas las mujeres lo serán mientras no demuestren lo contrario. Sin embargo, parece que su lucha eterna será el que todas las mujeres pudieran ser como fue su madre. Trataran de sorprender a la mujer, con lo que está relacionado en alguna “mala jugada”, la asediarán con actitudes sexuales, se la querrán llevar a la cama constantemente y cuando la mujer por fin acepte ser “suya”, entonces dirán “todas son iguales”; y es la forma en cómo prostituyen, en su percepción, a las demás mujeres. Una mujer de conducta diferente (es decir, decente), a la que conocieron, pudiera ser no aceptada ya que no creerán en este modo de ser; será calificada de hipócrita, ingenua, que no sabe vivir, que es “una apretada” y con calificativos similares.

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