Historias en el Metro Esperanza

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Columna invitada:

HISTORIAS EN EL METRO LA ESPERANZA

Por Ricardo Burgos Orozco

 Cuando la vi, venía subiendo pesadamente las escaleras en la estación Centro Médico. Me ofrecí a ayudarla porque traía una mochila, se agarraba fuertemente del pasamanos y caminaba con dificultad apoyada en un bastón. Rosario trabaja en el área de intendencia del Metro, aunque es una mujer discapacitada.

Ella labora en la limpieza de los espacios del Metro. Su hora de entrada es a las tres de la tarde y sale a las diez de la noche. Cuando la encontré apenas iba llegando a checar su tarjeta de entrada.

En un año la han movido de estaciones continuamente. Estuvo en Indios Verdes, Deportivo 18 de Marzo, Potrero, La Raza, Hospital General, Eugenia, División del Norte y ahora está ubicada en Centro Médico. No sabe cuándo la pueden volver a cambiar, pero me cuenta que están haciendo mucha rotación de personal de intendencia en esta época de cuarentena.

Rosario tiene tres años dedicada a tareas de limpieza para poder sostenerse. Estuvo en un centro comercial llamado Pabellón Atzcapotzalco dos años, hasta que se peleó con el encargado de la empresa por diferencias con una mujer ligada sentimentalmente a él. Aunque es bajita de estatura, tiene un carácter muy fuerte. Dice no permitir que nadie le falte al respeto.

Hace diez años se separó de su esposo después que llegó borracho a casa y le dio una golpiza. Lo denunció. A consecuencia de ese hecho violento, Rosario empezó con dolores en la espalda, le hicieron estudios muy minuciosos y le encontraron dos hernias discales. Eso le provoca dolor y entumecimiento en una pierna.

La señora camina con dificultad debido a ese padecimiento. Debe ayudarse con un bastón al que llama “La Esperanza”; le pregunté la razón de ponerle ese nombre. Sonríe y me contesta: ¡Es que me da la esperanza…de caminar! Y sonríe de buena gana. Se lo regalaron hace más de dos meses; antes traía un palo para sostenerse.

Está tan acostumbrada a su bastón que lo trata como su mascota. Le habla, lo acaricia, le da ánimo, le dice palabras bonitas. La acompaña para todas partes. De cariño le dice ¡Pelanchita, no me falles!

Confiesa que otro trabajador de limpieza del Metro la acosaba hace tiempo hasta que le paró el alto y lo amenazó con acusarlo con las autoridades del Sistema de Transporte Colectivo y con su hijo, quien es cadete del Colegio Militar y pertenece al pentatlón moderno. Me mostró orgullosa sus fotos.

Se despidió apresuradamente cuando ya iban a dar las tres de la tarde, su hora de entrada al trabajo. La vi alejarse con su caminar lento y dificultoso, apoyada por su inseparable Esperanza.

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