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Por Luis Sunderland Méndez

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26 de septiembre de 2025

Escuchando a Gonzalo Monroy, conocido consultor en el sector energético, señala que el término Huachicol apareció en la década de 1950; algunas pipas que transportaban el combustible sacaban un 10% de la carga para venderla o entregarla a algún gobernante, el operador tenía que rellenar con agua o con benceno para que volviera a tener la cantidad de litros originales y no tener problema al entregar la cifra contratada. El término se usaba para describir el “adulteramiento” de la carga, debido al robo que no debía exceder de un 10% del contenido.

Años después, Vicente Fox obligó a Pemex a no construir oleoductos cercanos a la infraestructura urbana, para proteger a la gente de estallidos, pero resultó contraproducente porque los delincuentes se dieron cuenta y localizaban terrenos desocupados en los que pasaba algún oleoducto, lo compraban, lo cercaban, excavaban y saqueaban.

Con Felipe Calderón, en Puebla y Veracruz, los cárteles de los Zetas y el del Golfo, encontraron que el picado de los ductos era un negocio provechoso, igual que el tráfico de narcóticos. La actividad progresó al grado de ya no derramar ni una sola gota; no obstante, hubo algunos estallidos que les costó la vida a imprudentes oportunistas que querían ganar dinero extra y que incluso operaban familias enteras, algunas autoridades locales e incluso gente de Pemex facilitaban la extracción, convirtiéndose en una operación criminal organizada.

Recién empezada la administración de López Obrador, con el pretexto de darle un golpe frontal al robo de hidrocarburos, ordenó cerrar los ductos y la refinería de Salamanca, que casi estaba en poder de los carteles Santa Rosa de Lima y del de Jalisco Nueva Generación en Guanajuato, pero con esta medida tomada sobre las rodillas y sin medir consecuencias, lo primero que ocurrió fue un total desabasto en los estados de Michoacán, Jalisco, Nayarit, Querétaro, Aguascalientes y parte del Edomex, más de 17 millones de consumidores se vieron afectados.

Él decía que sí había gasolina, pero en esos estados solo desabasto, y en las costas de Tuxpan 17 buques tanques no podían ni aproximarse a los muelles.

Al final del 2022, aparece este contrabando y se detecta la introducción de millones de litros de gasolina al país en buques tanques y trenes, principalmente de diésel, que tiene un impuesto de cerca de 9 pesos el litro, pero lo hacían pasar como lubricantes, que están exentos de arancel.

El 31 de marzo se dio el aseguramiento del buque con bandera de Singapur Challenge Procyon, en Tamaulipas, que según las autoridades mexicanas era portador de 10 mil millones de litros de diésel; los representantes legales de la compañía naviera decían que eran 15 mil millones, y los que cargaron el barco en Houston reportan 55 mil millones de litros, así de claro.

Es tan grande la incongruencia que es obvio que están involucrados funcionarios, empresarios y militares que utilizan una red de pipas, buques tanques, vagones de ferrocarril y estaciones de servicio. La Marina Armada está a cargo de la seguridad de los puertos, el Ejército Mexicano de los trenes y la Guardia Nacional de las carreteras, y nadie hace nada por impedirlo desde Yucatán hasta Tijuana. La señora Sheinbaum encubre a funcionarios de primer nivel incrustados en su organigrama que no puede y no quiere deshacerse de ellos, lógico, son parte del equipo en el que ella está.

Mientras tanto es claro, Pemex no tiene solución, va directo al colapso, una parte de su deuda ya es deuda soberana y México tendrá que pagar un cuarto de trillón de pesos tarde o temprano. Entre los años 2025 y 2027, 44 mil millones de dólares de los 300 mil millones de dólares que ahora adeuda. Del 2019 al 2024, perdió 91 mil millones de dólares, y solo en el 2024, 38 mil millones de dólares. Gonzalo Monroy señala que con esos recursos, se podría comprar la red de Twitter, United Airlines o la Ford Motor Company a precio de mercado.

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