Luiz Inácio Lula da Silva lo logró de nuevo: 20 años después de ganar la presidencia de Brasil por primera vez, el izquierdista venció ayer al presidente Jair Bolsonaro en unos comicios extremadamente reñidos que representan un giro radical para el país tras cuatro años de políticas derechistas.

Escrutados 99.99 por ciento de los votos Lula llevaba 50.90 por ciento, 60 millones 345 mil 825 sufragios, y Bolsonaro, 49.10 puntos porcentuales, 58 millones 206 mil 322 votos, una diferencia de 2 millones 139 mil 503 sufragios, ante lo cual el Tribunal Supremo Electoral (TSE) dijo que la victoria de Lula “estaba matemáticamente definida”.

La participación fue de 74.91 por ciento (124 millones 252 mil 587 electores), y la abstención de 20.59, unos 32 millones 200 mil 470, precisó el TSE.

Es un sorprendente regreso al poder para Lula, de 77 años, quien por acusaciones de corrupción nunca comprobadas no pudo participar en las elecciones de 2018, lo que despejó el camino para un triunfo de Bolsonaro. En noviembre de 2019, tras pasar 580 días en la cárcel, la justicia anuló las condenas impuestas a Lula en el marco de la operación Lava Jato, en uno de los casos más emblemáticos del lawfare (persecución judicial).

“Hoy el único ganador es el pueblo brasileño”, declaró Lula en un discurso en un hotel del centro de Sao Paulo. “Esta no es una victoria mía ni del Partido de los Trabajadores (PT), ni de los institutos políticos que me apoyaron en la campaña. Es el triunfo de un movimiento democrático que se formó por encima de partidos, intereses personales e ideologías, de tal forma que la democracia saliera victoriosa”, añadió.

“Enfrentamos a la máquina del Estado”

“Dios siempre ha sido muy generoso conmigo y sobre todo en este momento en que no enfrentamos un adversario, un candidato; enfrentamos a la máquina del Estado brasileño colocada al servicio de un candidato para que no ganemos la elección”, afirmó el ex obrero metalúrgico.

Lula ha prometido un gobierno que vaya más allá del PT. Desea incluir a centristas, e incluso a algunas personas de tendencia derechista que votaron por él por primera ocasión, y hacer que el país vuelva a gozar de la prosperidad que tuvo. Sin embargo, enfrenta dificultades para lograrlo en una sociedad muy polarizada en la que el crecimiento económico se desacelera y la inflación crece rápidamente.

El presidente se aísla; no reconoce su derrota

Su victoria representa la primera ocasión –desde que Brasil regresó a la democracia en 1985– que el presidente en funciones no logra relegirse. Los comicios altamente polarizados en la mayor economía de América Latina extendieron una ola de recientes victorias izquierdistas en la región, la cual incluye a Chile, Colombia y Argentina.

Cuando Lula habló a sus partidarios, prometiendo “gobernar un país en una situación muy difícil”, Bolsonaro aún no había reconocido la derrota, y al cierre de esta edición no se había pronunciado.

Trascendió que Bolsonaro se aisló y no quería hablar ni siquiera con sus asesores más cercanos. “Bolsonaro se fue a dormir”, habrían dicho fuentes gubernamentales a periodistas de O’ Globo, publicó Bruno Bimbi, corresponsal en Brasil para el canal de noticias argentino TN, en su cuenta de Twitter.

Fueron las elecciones más reñidas de Brasil en más de tres décadas. Sólo poco más de 2 millones de votos separaron a los dos candidatos. Previamente la contienda más reñida había sido la de 2014, la cual se decidió por una diferencia de 3.46 millones de votos.

La ceremonia de inauguración de la presidencia de Lula se llevará a cabo el 1º de enero. Ya fue presidente del país de 2003 a 2010.

Algunos mandatarios latinoamericanos expresaron rápidamente sus felicitaciones vía Twitter.

Tensión en toda la contienda

En la sede de campaña de Lula en el centro de Sao Paulo los presentes no estallaron en vítores sino hasta que se anunció el resultado final, una muestra de la tensión que se vivió en toda la contienda, marcada por denuncias de más de 500 detenciones de autobuses con votantes que efectuó la policía en bastiones de Lula.

“Cuatro años esperando esto”, dijo Gabriela Souto, una de los pocos simpatizantes a los que se permitió la entrada debido a las fuertes medidas de seguridad.

Afuera de la casa de Bolsonaro, en Río de Janeiro, donde se concentró su base de seguidores, una mujer encima de un camión efectuó una oración a través de una bocina, y luego cantó con fervor, intentando generar entusiasmo. Pero los simpatizantes, engalanados con los colores amarillo y verde de la bandera, apenas respondieron. Muchos sí se reanimaron cuando se escucharon las notas del himno nacional y cantaron sonoramente con la mano sobre el corazón.

Durante meses pareció que Lula obtendría una victoria fácil, con una campaña en la que nutrió la nostalgia por su presidencia, en la que la economía de Brasil se encontraba en auge y la asistencia social gubernamental ayudó a decenas de millones de personas a ingresar a la clase media.

Pero aunque Lula encabezó la primera ronda de los comicios el 2 de octubre, con 48 por ciento de los votos, Bolsonaro logró un sólido segundo lugar con 43 por ciento, en una muestra de que los sondeos de opinión subestimaron significativamente su popularidad.

Muchos brasileños respaldan los valores sociales conservadores de Bolsonaro y en materia de portación de armas, y él recabó apoyo en un año electoral en el que el gobierno efectuó enormes gastos.

El gobierno de Bolsonaro se ha caracterizado por discursos incendiarios, su puesta a prueba de las instituciones democráticas, su ampliamente criticado manejo de la pandemia de covid-19 y la peor deforestación de la selva amazonica en 15 años. Pero ha construido una base de simpatizantes devotos al defender los valores conservadores y presentarse como una protección contra las políticas izquierdistas que dice infringen las libertades personales y producen agitación económica.

A Lula se le da crédito de construir un amplio programa de bienestar social durante su presidencia de 2003 a 2010, el cual ayudó a que decenas de millones de personas ingresaran a la clase media, y de presidir un auge económico.

Al concluir su gobierno tenía una tasa de aprobación superior a 80 por ciento, y el entonces presidente estadunidense, Barack Obama, dijo que era “el político mas popular de la Tierra”.

Fuente: La Jornada.

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