Migración: un peligro para México
Ricardo Burgos Orozco
La migración es un cuello de botella que está enfrentando México con mano más que suave, sin darle la importancia prioritaria que requiere, pero que puede estallar en cualquier momento, sobre todo si Donald Trump gana las elecciones estadounidenses del próximo noviembre ahora contra la vicepresidenta Kamala Harris después que Joe Biden, el actual primer mandatario norteamericano, aceptó que no tiene la capacidad física y mental para enfrentar otra campaña electoral.
De las pocas cosas en las que estoy de acuerdo con Trump es que la migración se ha convertido en un peligro para los norteamericanos, aunque también y tal vez en mayor medida para los mexicanos. El aspirante presidencial norteamericano ha declarado que la seguridad social y el empleo están siendo vulnerados por gente que llega de todas partes”; “teníamos la frontera más segura en la historia y ahora tenemos la peor…”.
En el caso de México todo se agravó cuando el todavía presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, declaró el 17 de octubre de 2018: “vamos a ofrecer empleo, trabajo, a migrantes centroamericanos porque para reducir el fenómeno migratorio es necesario crear condiciones de bienestar”.
Esas palabras detonaron en el desplazamiento de miles de personas desde todas partes del mundo: no sólo se movieron hacia nuestro país personas de América Central sino de todo el continente: Chile, Argentina, Bolivia, Colombia, Perú y de muchos lugares de Europa y de Asia.
El aquel entonces, ante el fenómeno desatado por López Obrador, el presidente Trump ordenó en noviembre de 2018 el despliegue en la frontera de hasta 15 mil soldados. “Den la vuelta, nuestra frontera es sagrada, deben ingresar legalmente”, exigió en aquel entonces el mandatario norteamericano a miles de migrantes que amenazaban con cruzar masivamente a territorio de la Unión Americana.
En un acuerdo, revelado hace un par de años, la estrategia, implementada por el gobierno de Washington en 2018, se llamaba “Quédate en México”, que consistía en que México aceptaba en privado que Estados Unidos devolviera a territorio mexicano casi todos los migrantes que transitaban por aquí para solicitar asilo en Estados Unidos.
Esa política migratoria errada y el flujo constante de extranjeros hacia territorio mexicano, principalmente desde la frontera sur, sin control, sin filtros, facilitada también por la corrupción y el chantaje de aduaneros y personal sin escrúpulos del Instituto de Migración, ha hecho que en México nos estemos llenando de gente de infinidad de países de todo el mundo, no pocos de no muy buena reputación. Tal es la suerte de ellos o la complacencia de los gobiernos federal, estatal y municipal, que muchos ya tienen un trabajo estable y mejores ingresos que miles de mexicanos.
Desde Mérida a Tijuana nos encontramos con personas de todos colores. Hay ciudades que parecen la Torre de Babel porque en sus calles se escuchan diferentes idiomas y dialectos; ya no solamente son los desplazados de Chiapas o Oaxaca, que sólo hablan tzotzil o náhuatl. Hasta en el Metro observamos gente de color que se expresa, por ejemplo, en francés, como los haitianos. Estos no sé cómo le han hecho o cómo obtuvieron su permiso de trabajo, pero ya son empleados formales, hasta con prestaciones.
En la frontera norte se está creando un grave problema porque en los centros migratorios se mantienen miles de desplazados a quienes hay que alimentar y tener bien en lo que cabe; otros migrantes se han dedicado a sobrevivir como pueden y muchos más se conectan con los grupos criminales para trabajar para ellos.
Ya hubo un accidente, un incendio, el 27 de marzo de 2023 en la estación migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde murieron 40 personas y 27 resultaron heridas, principalmente de Guatemala y Honduras. Por cierto, seguimos en espera de que se le finquen responsabilidades al director del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño Yáñez, a dos meses de que acabe el gobierno de López Obrador.
Estoy de acuerdo con Donald Trump que la migración desordenada es criminal y representa un peligro. Por eso, cerrar fronteras no es tan loco, como lo propone el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.
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