Carlos Mota Galván

Algunas personas te golpearán en la espalda y luego te preguntarán: ¿por qué sangras?

Llega el tiempo final de las campañas y con él la certeza de que lo que está en juego no es solamente el cambio de estafeta en la presidencia de la República, sino el autoritarismo buscando desaparecer nuestra incipiente democracia y la cancelación de las garantías individuales a favor de un proyecto totalitario que beneficia sólo a sus más cercanos. 

Claudia Sheinbaum conforme avanzaba la campaña electoral fue fortaleciendo su disposición a mentir, a ignorar temas incómodos, a imponer su visión como la única valida y a despreciar a quienes no la comparten. 

Es sin duda la versión femenina de López Obrador, pero sin su carisma. Es quién siguiendo el “hilo fumado” de su protector amenaza, sin decirlo literalmente, con incendiar el país antes que aceptar que pudieran perder el próximo 2 de junio. Habla de un posible fraude electoral cuando en la práctica son ellos, el gobierno, quienes mantienen su posición injerencista en todo momento, y los únicos que podrían hacerlo ante el poder que ostentan. 

Hablar de un “golpe de estado blando”, es en los hechos, empezar a regar las calles con gasolina, preparando a sus masas a participar en un movimiento que confronte a quienes osan con devolver la democracia a este país. Se dicen diferentes, y en la práctica son peores a sus antecesores. Argumentan que lo suyo no es la venganza, pero sus actos los desnudan como los más viles. 

Mientras Xóchitl se muestra confiada, con todo y qué tiene que cargar con el desprestigio de los partidos que la postulan, a ganar las elecciones, Sheinbaum se da ya por ganadora y se asume como la nueva presidenta mexicana, sabiendo que este “gobierno de la transformación”, está dispuesto a hacer hasta lo insospechado para llevarla a esa posición.  

La verdad es que tal temor no es infundado: las marchas, los debates, los señalamientos en medios de comunicación y en libros los han desubicado y obligado a proferir amenazas que, como en el programa tercer grado de televisa, surtieron efecto, domesticando a quienes debían cuestionar a Sheinbaum como lo hicieron hasta el hartazgo con Xóchitl, haciéndoles comportarse más como animalitos de compañía que de protección y seguridad. 

Hay quienes opinan que lo más preocupante es que si en campaña López Obrador fingía y se comportaba agradable y empático, Sheinbaum no lo ha sido, ella se ha mostrado como es, soberbia, intolerante, indolente y grosera, pareciera como si le fuera a hacer un favor a los mexicanos con gobernarlos, por ello, dicen, las consecuencias de encumbrarla serían de pronóstico reservado. 

Lo bueno de todo esto es que en la recta final de las campañas electorales se han descubierto varias cosas: la pretendida diferencia porcentual entre ambas candidatas no es como la han promocionado desde el sector oficial, por lo que la ganadora se conocerá hasta el cierre de las casillas. Se descubrió además una  intervención en el proceso hasta grosera; se ha descubierto como han puesto a trabajar a los “siervos de la nación” , alrededor de 20 mil personas según datos oficiales, para convencer a los más necesitados de votar a favor de Morena. Por cierto, la nómina para costear está descarada injerencia es de 3 mil 259 millones de pesos anuales más 46 millones 859 mil 918 pesos para gastos de representación, que a final de cuentas lo terminamos pagando todos, con nuestros impuestos. 

Descubrimos también que, pese a la presión ejercida, la violencia y las chapucerías, la ciudadanía se ha crecido al castigo y esta entusiasmada con participar en la contienda vía su voto. Que sea cual sea el resultado final, de ninguna manera alcanzaran la votación requerida para su pretendida confección de una nueva constitución, que les guste o no, el congreso será plural y que la capital de la República, esa llena de malagradecidos, ya no les pertenece porque decidió pertenecerse a sí misma. 

 

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