RETROVISOR: Claudia y Xóchitl ¿Enganchadas al Presidente?
IVONNE MELGAR
Publicado en Excélsior 20/enero/24
La precampaña concluyó con la novedad de que el Presidente de la República ha decidido escribir la agenda de la disputa electoral del próximo 2 de junio. Además de fijar la discusión mediática cada mañana y de ser exaltado cotidianamente por Claudia Sheinbaum, López Obrador quiere dictar el proyecto del sexenio siguiente. Nos referimos al paquete de reformas que el mandatario enviará al Congreso y cuyo contenido pretende cancelar el tinglado institucional del régimen que hoy somos. Y es que el Presidente quiere despedir a los ministros de la Corte (SCJN), enterrar a 10 organismos autónomos y revivir la mutilación del INE que se le frustró en 2022. A la destrucción de los contrapesos al poder presidencial que se diseñaron en el último cuarto de siglo, López Obrador agrega la oferta de pensiones del 100 por ciento. Se trata de una ilusión electoral con la que el jefe del Ejecutivo busca confrontar a la oposición, sabedor de que un cambio de esa naturaleza es financieramente inviable. Pero el objetivo es político: acaparar desde Palacio Nacional la conversación del voto, fijando un rumbo de futuro que aplaste la agenda de seguridad y corrupción de sus críticos. Estos propósitos presidenciales podrán cumplirse este mes y en febrero, mientras los precandidatos se sujetan al silencio de la intercampaña, que les prohíbe hacer propuestas. Hay que recordar que el último periodo legislativo de este sexenio, a iniciar en dos semanas, concluirá el 30 de abril. Serán 89 días de enfrentamiento parlamentario. El duelo será entre diputados y senadores de Morena, PT y PVEM, que harán campaña con las ilusiones presidenciales y los del PAN, PRI y PRD, obligados a responder con una estrategia. Esa pelea parlamentaria coexistirá por dos meses –marzo y abril– con la campaña presidencial, cuando Álvarez Máynez, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum ya sean candidatos. Sería una pena que para mayo el tiempo del debate electoral se haya perdido en la pirotecnia de lo que no fue ni será. ¿Tendrán el talento las candidatas de formular sus propias ofertas de futuro desde el arranque formal de la competencia? Hago la pregunta en femenino, porque el mensaje del abanderado de MC se circunscribió en golpear al frente Fuerza y Corazón por México. Pésima noticia para la democracia mexicana constatar que una fuerza política que se preparó para darle contenido a la contienda de 2024 termine siendo comparsa del oficialismo. Descubrimientos aparte, la duda es qué capacidad política y emocional tendrán las candidatas para cautivar electores sin entramparse en la retórica presidencial. En la precampaña, Xóchitl Gálvez resolvió confrontarse con la oferta de continuidad de Claudia Sheinbaum y con su jefe de campaña, el presidente López Obrador. Descalificada desde Palacio, donde en 2023 se formuló la propaganda negra en su contra, la candidata de la oposición decidió que sería ella quien le respondería al mandatario. En la actual veda, estrategas de las dirigencias partidistas y de la marea rosa tendrán que construir con Xóchitl la manera de no volverse rehenes de la agenda presidencial. El reto de la ingeniera Gálvez es conseguir que inseguridad, insuficiencia en la política social y corrupción se antepongan a la polarización legislativa antisistema que impulsa López Obrador. Además de presentar propuestas convincentes, ahí donde el gobierno fue deficitario, la coalición PAN-PRI-PRD y su candidata tienen el desafío de ciudadanizar la campaña. Sin una estructura de activismo electoral xochilover, en mancuerna con los partidos de oposición, la maquinaria que promueve los programas sociales como dádiva presidencial terminará aplastando la resistencia ciudadana que apuntaló a la senadora. Y si bien esa maquinaria trabaja para Claudia Sheinbaum, cabe preguntarse qué tanto le beneficia a su campaña que ese arropamiento gubernamental sea sinónimo de abuso de poder y despilfarro de recursos. Al margen de las posibles conclusiones de ciudadanos, por ejemplo, aún indecisos de su voto, lo evidente es que la abanderada de Morena decidió que su precampaña sería una defensa de la gestión presidencial. A la repetición diaria de primero los pobres; no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, y no robar, no mentir y no traicionar, Sheinbaum agregó el lema de que ella quiere construir el segundo piso de la transformación. Adicionalmente planteó el dilema de “transformación o corrupción”. Es decir, el campo semántico en el que se mueve la morenista no ha tenido ningún término propio. Las novedades agregadas por la exjefa de Gobierno de la CDMX al mensaje proselitista fueron las expuestas en las conferencias mañaneras sobre las reformas pendientes. Así que, a diferencia del pasado previo a la alternancia del 2000, cuando el sucesor era definido por el mandatario, hoy la candidata de la coalición gobernante aún no tiene una propuesta propia. Se alegará que la precampaña no permite legalmente hablando presentar ideas sobre un futuro posible y que justo ahora llegó la hora de prepararlas. Y, al igual que su contrincante, el reto de la científica será actuar como tal y dibujar un horizonte de democracia moderna, ajena a la propaganda de ilusiones inviables. Porque una vez que Claudia sea candidata, estará menos sujeta a los condicionamientos presidenciales y podrá acuñar una oferta en la que paulatinamente deje de repetir y aplaudir las consignas de Palacio. El desafío de la morenista y de su primer círculo será encontrar la ruta para diluir la agenda de López Obrador en una propia que pueda afrontar el contraste opositor ahí donde la continuidad no es buena noticia.
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