Retrovisor:
IVONNE MELGAR
Columna pubicada este 12 de agosto en Excélsior
Si recordamos que, hace apenas un mes, Morena ocupaba todo el tablero de la sucesión presidencial, podemos decir que el proceso del Frente Amplio por México (FAM) ha sido un éxito.
Aunque la ventaja del partido gobernante sigue siendo evidente y, según algunas mediciones, irreversible, es un hecho que la oposición ya logró insertarse en la competencia electoral hacia 2024. Basta seguir los mensajes de la candidata puntera de Morena, Claudia Sheinbaum, con referencias cotidianas al Frente y a sus partidos participantes, para confirmar que en la conversación pública tanto PAN como PRI están de regreso en la puja por el poder.
Sin embargo, este resurgimiento de los logos partidistas de la oposición se da a costa del control que tradicionalmente sus dirigencias tenían de los procesos de selección de candidatos.
Porque, esta vez, la alianza electoral del PAN, PRI y PRD se da con la participación ciudadana, un componente que le ha inyectado viabilidad, tensión emocional y atención mediática y social al proceso de selección del futuro abanderado presidencial opositor.
Y ésa es la paradoja que hoy están enfrentando los aparatos de los tres partidos convocantes del FAM: el éxito de la competencia es proporcional a la participación ciudadana.
Se trata de una situación inédita en el México de la democracia electoral contemporánea.
Por supuesto que los ciudadanos han sido determinantes en las alternancias que venimos protagonizando desde el año 2000. Porque ningún partido es lo suficientemente fuerte como para garantizar con su militancia y sus seguidores un triunfo presidencial. Ni siquiera la marca Morena, que por ahora es promovida y vista como sinónimo de respaldo al presidente López Obrador, acaso el más carismático de la historia moderna nacional y cuya popularidad es subrayada diariamente por su capacidad de comunicación.
De manera que los ciudadanos sin partido, volubles en sus afinidades políticas, impredecibles en su digestión ideológica, acostumbrados a la alternancia, siguen siendo determinantes para el saldo de las urnas. Así quedó demostrado en las elecciones intermedias federales de 2021, cuando Morena y sus aliados fueron empatados en votos por la oposición.
Lo inédito ahora es que la ruta planteada por PAN, PRI y PRD para el Frente Amplio por México sumó la participación ciudadana antes de ir a las urnas, a fin de definir con ésta la candidatura presidencial. Esta novedad se dio gracias al protagonismo que alcanzó a finales de 2022 y a inicios de este año la denominada marea rosa con la defensa del INE y la presión a los partidos de la alianza Va por México para que continuaran unidos en el Congreso.
Y si PAN, PRI y PRD cedieron a la iniciativa ciudadana del Frente Cívico Nacional de hacer una elección interna hacia 2024 fue porque necesitan legitimarse, en un contexto en el que el discurso presidencial ha sido efectivo con el mensaje de que la oposición se encuentra “moralmente derrotada”.
El primer logro del FAM fue reseñado este martes por Arturo Sánchez Gutiérrez, integrante del Consejo del Comité Organizador del Proceso Interno: “Más allá de los resultados en estas semanas, todos mostraron que es posible poner en la agenda nacional un procedimiento que incluya a la sociedad civil en la política nacional”.
En la presentación de los cuatro candidatos finalistas, el exconsejero electoral dijo que los 2 millones y medio de firmas recabadas por todos los aspirantes equivalían a las que se requieren para formar 8 partidos políticos. “De ese tamaño es el esfuerzo realizado”, ponderó.
Según detalló ayer el maestro Macario Schettino, más de un millón de esos firmantes lo hicieron de manera individual, arriba de 800 mil firmaron gracias a promotores de diversas organizaciones y poco más de 600 mil, a través de partidos políticos.
Son cifras que hablan del componente externo a la partidocracia. No es casual entonces que la aspirante que va arriba en las encuestas, Xóchitl Gálvez, sea también la que más firmas ciudadanas consiguió: 555 mil.
También Beatriz Paredes, Santiago Creel y Enrique de la Madrid lograron apoyos de registro individual, pero sus respaldos partidistas fueron sin duda superiores.
La tensión entre la partidocracia y la ciudadanización del proceso ya cobró sus primeras bajas: los perredistas que no consiguieron las firmas suficientes, Miguel Mancera y Silvano Aureoles. En estricto, el dirigente del PRD, Jesús Zambrano, tiene razón cuando reclama que su logo no tenga un representante en el proceso. Pero esa queja era lógica y hasta atendible cuando el reparto de candidaturas era cupular.
Ahora que la ecuación depende del refrendo ciudadano resulta comprensible que un partido con riesgo de perder el registro no haya alcanzado las firmas necesarias. Pero la tensión más difícil de superar es la que lucen los priistas y algunos panistas ante la incomodidad de no poder controlar la fuerza orgánica del proceso que sigue inclinándose a favor del perfil menos disciplinado partidistamente hablando, la senadora Xóchitl Gálvez.
¿Aguantará la partidocracia las nuevas reglas del juego marcado por el interés y la emoción social más allá de los arreglos cupulares? La senadora Paredes dio en el clavo cuando dijo que no había que irse con la brújula del perfil más carismático, una variable que, si el proceso sigue siendo marcado por los ciudadanos, ni su partido ni el PAN podrán frenar.
Porque es obvio que se refería a Xóchitl Gálvez, aunque en el revire la priista pretendió quitarle el reflector que ella misma le puso.
Publicado en Excélsior
12 de agosto de 2023
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