Orlando Linares López

Después de 1985, millones de mexicanos hemos vivido cada septiembre entre contrastes: por un lado, fiesta, alegría, orgullo y el entusiasmo característico de la celebración nacional de Independencia; por otro, luto, tristeza y desolación ante el recuerdo de trágicos sismos que afectaron, coincidentemente, la zona centro del país, el 19/09 de ese año, de 2017 y de 2022.

Además de generar temor y estrés en millones de personas, dichas coincidencias han servido de inspiración al ingenio mexicano para darle la bienvenida a lo que muchos consideran “el mes de los temblores”, con la esperanza de que este año no se cumpla lo que, en la imaginación colectiva, podría convertirse en tradición.

Lo cierto es que, en México, los sismos son y serán permanentes porque su ubicación en el llamado Cinturón de Fuego, una zona de 40 mil kilómetros de largo donde hay la mayor actividad sísmica y volcánica del mundo, debido a que varias placas oceánicas se deslizan por debajo de Asia y América a medida que ambos continentes se aproximan.

En ese contexto, de acuerdo a registros del Servicio Sismológico Nacional (SSN), de enero a julio de 2023 han ocurrido 14 mil 164 temblores; en promedio, al menos 66 temblores diarios, con magnitud de entre 0.6 a 6.5 en la escala de Richter.

Datos de este organismo nacional, correspondiente a los últimos siete años, muestran que, de enero de 2017 a julio de 2023, en México ha temblado 185 mil 697 veces con un rango de intensidad promedio de entre 3.5 a 5.5.

En ese periodo, el año con más actividad sísmica ha sido 2018, con 30,407 temblores.

Respecto a los meses, enero y febrero de 2020 tuvieron el mayor número de sismos, 4,544 y 4,063, respectivamente; le siguieron febrero y marzo de 2018 con 4,165 y 3,178, cada uno; luego noviembre de 2022 que registró 3,165 movimientos telúricos; en 2021 septiembre hubo 2,997 y en diciembre 2,953; en marzo de 2019 se reportaron 2,748. En lo que llevamos de 2023, el mes con más temblores es marzo, con 2,134.

Tras esta revisión podemos decir que septiembre no es el mes en que más tiembla, sin embargo, de 2017 a 2022, coincidentemente en el mes patrio han ocurrido cuatro sismos con magnitud mayor a 7.0 (dos los días 7 de 2017 y 2021 y dos los días 19 de 2017 y 2022), hechos que contribuyen a percepción de que es lo contrario.

El primero de ellos (magnitud 8.2), fue el 7 de septiembre de 2017, con origen en el Golfo de Tehuantepec, 133 km al suroeste de Pijijiapan, Chiapas; el 19 de ese mismo mes, ocurrió el segundo (magnitud de 7.1) en la frontera de Puebla y Morelos; cuatro años después, el 7 de septiembre de 2021, en las costas de Acapulco, Guerrero, se originó el tercero (magnitud 7.4); el más reciente (magnitud de 7.7) sucedió el 19 de septiembre de 2022.

Tras la devastación del terremoto (magnitud de 8.1) de septiembre de 1985, comenzaron esfuerzos para sensibilizar y avanzar en acciones de prevención. Fue en 2001 cuando el Gobierno Federal decretó el «Día Nacional de Protección Civil», al 19 de septiembre de cada año.

Con ello se instituyó que en las instalaciones de todas dependencias y organismo gubernamentales se realizaran simulacros orientados a la autoprotección y el autocuidado que minimicen riesgos provenientes de desastres naturales o de carácter antropogénico (algo causado o producido por actividades humanas). En 2004 se llevó a cabo el primer simulacro.

Estos ejercicios adquirieron otra percepción 16 años después cuando, minutos después de concluir el Macro Simulacro, el 19 septiembre en 2017, se sintió la intensidad del sismo que dejó cerca de 370 muertos, 228 de ellos en Ciudad de México. Por si fuera poco, en la misma fecha, de 2022, luego de efectuarse el Macro Simulacro Nacional, ocurrió un nuevo temblor con magnitud de 7.7 que avivó temores y mitos.

Para millones de personas estos acontecimientos serán imborrables de su memoria, sobre todo para quienes -sin mencionar la sensación real de un temblor- el sonido de alerta sísmica o la convocatoria para participar en los simulacros, les genera temor, estrés, angustia, ansiedad y ataques de pánico. Ante eso, muchos de ellos, han optado por no salir de sus hogares ese día.

Hasta hoy no ha sido posible predecir la ocurrencia de un sismo, los sistemas de alerta solo los detectan instantes antes de que sucedan, lo cual permite dar un poco de tiempo para aminorar riesgos y actuar de manera segura, por tanto, ante esta actividad natural de la tierra es importante consolidar la cultura de prevención y protección en lo personal, familiar y social.

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