Gilberto Meza

Ahora que se ha vuelto a poner de moda, merced al pleito contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el tema de los abusos y de los ahorros (de los demás, se entiende), no pude dejar de traer a mi memoria uno de los mayores objetivos de López Obrador, lo que yo llamo la Pobritud y él, primero, austeridad republicana y, después, pobreza franciscana.

Y yo no sé si los, también, pobres lectores, se han puesto a meditar sobre su significado, porque pareciera una obsesión del Fantasma de Palacio que nadie parece saber de dónde proviene. Él, un hombre que vivió (antes de habitar palacio) de los sobres amarillos que sus hermanos (y muchos más) le acercaban y que él, sin preocuparse por su origen, se los embolsaba alegremente y mantenía a sus hijos cursando carreras en universidades tan impolutas como la de las Américas, de Puebla, que regenteaba su amigo el hoy fiscal general de la República (ahora el más pequeño lo hace en Europa; no en la UNAM, no, porque se ha derechizado y es claro para todos que las universidades británicas son de izquierda, además de muy baratas, aunque cobren en libras esterlinas), causa curiosidad que ahora desee imponer a su feligresía apenas un par de zapatos y, si acaso, 200 pesos en la cartera, como él.

Es, por lo menos, sospechoso. Porque si de castigar al Poder Judicial se tratara, hubiera bastado que lo acordara con su ministro favorito, a quien tuvo como alfombra por cuatro años y a quien quería por dos años más para que lo acompañara hasta el fin de su mandato. Hablo, desde luego, de Arturo Zaldívar. Pero no, no se trata de eso, sino de controlar a la Corte, lo que no puede hacer, porque la mayoría de sus ministros se aferran a esa leyenda que él tanto desprecia, es decir que la ley sí es la ley y se le debe respetar.

También sospecho que pudiera ser porque ya no hay dinero en las arcas nacionales. Se gastó en cachirules, o vaya usted a saber en qué (eso tampoco lo sabemos pues es celoso de estos y otros asuntos) lo que la nación había ahorrado en más de dos décadas. Un rey Midas al revés.

Según mi pervertido pensamiento, lo que los trabajadores del sector público (los ministerios públicos, los miles de burócratas, médicos del IMSS, del ISSSTE e incluso los profesionistas que sobrevivieron a la tijera feroz de nuestro líder) deberían reclamar, es justamente lo que los empleados del Poder Judicial disfrutan, mediante ahorros, buena administración e incentivos), es decir mejores condiciones de trabajo, y no los sueldos de miseria que hoy cobran, porque de lo que se trata es de que el gobierno provea condiciones dignas para sus empleados, y no que todos acaben jodidos. No se solucionaría nada si se repartiera entre millones de trabajadores miserables los 15 mil millones de pesos de los fideicomisos del Poder Judicial que intentan expropiarles, y sería por una sola vez.

El Fantasma de Palacio prefiere gastar el dinero del gobierno, más los de los préstamos, en financiar la quiebra de sus empresas sin futuro, como la CFE o Pemex, o tirarlo alegremente en sus obras insignia, que no sabemos por cuántos sexenios más nos seguirán costando, porque será improductivas, como seguiremos pagando su propio Fobaproa, es decir los bonos por el cancelado NAIM, saqueado hasta la extenuación por sus cercanos para quienes, claro, no se aplican las reglas ni de la austeridad republicana ni, dios salve la hora, la miseria franciscana. Esa sólo es para el resto de los mexicanos.

Si esos proyectos y financiamientos se pudieran cancelar, tal vez esos mexicanos, podrían aspirar a tener condiciones de trabajo como los de la Corte. Amén.

Facebook Comments

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: