“Las mentiras tienen patas cortas” Refrán popular

Carlos Mota Galván / @CarlosMotaG

El informe PISA (Programme for International Student Assessment), que lleva a cabo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), organismo compuesto por 38 estados en el mundo y considerada como la prueba educativa más relevante del planeta, informó que la educación en México sigue retrocediendo, alcanzando su nivel más bajo para alumnos menores de 15 años en las materias de ciencias y matemáticas desde 2006 y decayendo también en lectura en comparación a 2018. Las cifras publicadas corresponden al año pasado, y en ellas se aprecia que ocupamos la preocupante posición 51 entre 81 países evaluados. En las tres materias valoradas, el mayor descenso de los alumnos mexicanos se presentó en matemáticas donde retrocedieron 14 puntos alcanzando, el nivel 2, solo 3 de cada 10 alumnos, prueba en la cual, por cierto, 69 por ciento (7 de cada 10) de los estudiantes evaluados de otros países la pasan. Solo 7 de cada mil estudiantes mexicanos en la prueba lograron llegar a niveles destacados de la evaluación (niveles 5 y 6), en tanto que uno de cada tres se situó en los lugares más bajos (niveles 1 y 2). Estos datos pretenden proporcionar a los países evaluados los datos que les posibiliten mejorar sus políticas de educación toda vez que en este análisis no se evalúa al alumno, sino al sistema en el que está siendo educado. Guía práctica que, de tomarse en cuenta por las autoridades de cada país, les permiten mejorar su participación en el mundo globalizado en el que estamos inmersos. No obstante, este argumento no es compartido por todos, en México este deterioro educativo no solo es negado sino cuestionado por el propio Presidente de la República al considerar que fue elaborado con parámetros propios del neoliberalismo, los cuales tienen por fin, insiste, el de aniquilar la educación pública en nuestro país, o sea, una vez más, cuando el agua le llega al cuello al mandatario nacional, principal impulsor de la anarquía educativa que vivimos, emprende la carga achacándole la responsabilidad a toda persona u organismo que le cuestione características que les conformen como enemigos del pueblo. Para quienes aún creen en él, estas declaraciones se convierten en la lámpara de Diógenes que les permite encontrar respuestas, aunque siempre serán cuestionables, a la propuesta educativa que enarbola, que no es otra que imponer cambios en las metodologías y mecanismos de evaluación diferentes a las del pasado, aunque en la práctica sólo hayan conseguido graves retrocesos en la calidad educativa impartida. De hecho, su propuesta más firme era sólo echar abajo la reforma elaborada por su antecesor, pretendiendo crear un proyecto de carácter humanista en su lugar, pero los resultados han sido opuestos condenando a la marginación a la niñez en el país. AMLO, siempre fiel a esa concepción de que responder rápidamente a cualquier tema por desatinada que sea la respuesta, siempre será mejor que quedarse callado, insiste en que el mundo es su enemigo y con este discurso llena la imaginación de sus seguidores con “OTROS DATOS”, convirtiéndolos en actores dispuestos a promocionar este retroceso en el que han inmerso al país. López Obrador ha llenado de palabrería inútil lo que debería de ser un estrado donde se privilegien las ideas; su cerrazón para considerar otras opciones que no sean las propias le hace caer en una apatía que está generando graves consecuencias para el desarrollo del país. Su voluntad, piensa, está por delante de cualquier opción, en su opinión solo él personifica lo que resulta positivo para los más de 129 millones de personas que habitamos el territorio nacional y aquel que no esté de acuerdo con esta “máxima”, ¡Que se Friegue!

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