Roberto Vizcaíno

Corrían la mitad de los años 70 y la campaña de José López Portillo no miraba austeridad. Los eventos se realizaban a todo lo que daba. Como reportero del Excélsior conducido por Julio Scherer tenía la facilidad de “colarme” a dónde quisiera. Esa mañana quedé yo al lado de mi entonces amigo Alfonso Martínez Domínguez con quien bromeaba y recibía lecciones gratis de alta operación electoral y política. Ambos estábamos justo detrás del candidato sin contendientes porque la oposición no había lanzado a nadie para esa presidencial de 1976. El auditorio de la Magdalena Mixiuhca concentraba ruidosos y alegres contingentes de todos los sectores del PRI que competían por destacarse más ante el próximo presidente de México. El ambiente era de alegría y fiesta, así lo percibía y así lo comenté al viejo político cuya cara impávida expresaba ausencia total de emociones. La respuesta fue fría, contundente: “Amigo Vizcaíno, no podemos dejarnos ir tras el autoengaño. Todo esto es una ficción, una farsa. Los de abajo -campesinos, obreros, petroleros, de la CTM, la CNC y CNOP- son puros acarreados que sólo gritan porque se los ordenan. Lo harían por cualquier otro. “Lo peor que podría pasar es que nosotros nos lo creyéramos”, cerró. A partir de ese comentario el resto de la campaña y las que he cubierto desde entonces me dejan en claro que eso se repite en todas. Hoy mismo, al ver la dura sonrisa y los ojos vacíos de Claudia Sheinbaum frente a sus acarreados mientras levanta sin emoción ni ganas su delgado brazo, me deja en claro el que es consciente de que los de abajo podrían vitorear lo mismo a Marcelo Ebrard que a Gerardo Fernández Noroña o a cualquier otro si así lo hubiera querido el presidente Andrés Manuel López Obrador. Su realidad es recorrer los pasillos de los aeropuertos sola, apenas con un par de auxiliares, y sin que nadie siquiera le lance una mentada. Cero atracción, emoción popular. Creo que así vio ayer la parte alta de El Universal que en un tercio de plana informaba a México y el mundo entero que ella y Morena concentran hoy el 50 por ciento de las preferencias del voto. La encuesta advierte que la senadora hidalguense Xóchitl Gálvez, candidata presidencial del Frente Amplio va por México que suma a PAN, PRI y PRD y decenas de organizaciones de la sociedad civil, apenas atrae al 20 por ciento de los posibles votantes. No sé cuál sea el tiraje hoy de El Universal. Pero casi estoy seguro que son apenas 2 o 3 por ciento de los miles que llegó a lanzar hace un par de décadas. Nada. Su impacto está en lo que corre por redes sociales. Ahí si llega a millones, tampoco muchos. Su efecto podríamos asegurar es menos que nulo. Mire usted, faltan 242 días para el domingo 2 de junio de 2024, día de la elección. La enorme mayoría de los 98 posibles millones de votantes inscritos en la Lista Nominal del INE andan en cosas más interesantes para ellos: en ver si se van este fin de semana al antro de su preferencia, o si se echan unas chelas en casa con amigos viendo el fut o si se van con la novia o el novio a echar unos al pastor o si se quedan tranquilos a rascarse las orejas. Hoy -lo que no dicen las encuestas, es que-, casi nadie en México -donde las elecciones del Estado de México dejaron en claro que el nivel de abstención es del 50 por ciento, es decir que a la mitad de los electores les vale mother las elecciones-, está en la dinámica de saber quién va adelante si Claudia Xóchitl. Aclarado el punto, la encuesta de El Universal y el evento de La Magdalena Mixiuhca de hace casi 50 años valen y buscan lo mismo: crear percepciones de triunfo a priori. Son parte del engaño, la farsa de la operación política. En este contexto, lo que me indica la experiencia, es que debemos hacer caso a la atracción y carisma real de las candidatas. Como ya lo señalamos, Claudia no levanta la menor emoción mientras que Xóchitl es pura fiesta, sonrisas, y jale ciudadano. ¿Eso significa que la hidalguense va a ganar? No, significa que tiene lo básico para crecer y triunfar. Además, es de la oposición, y desde las elecciones del 2000 los mandatarios salientes no han logrado que sus elegidos triunfen. No tendría ahora que ocurrir con AMLO y Claudia. Como lo señalé, faltan 242 días, 8 meses para las elecciones de junio y eso es mucho tiempo. La campaña electoral de hecho, no formal ni legal, deberá transitar todavía octubre, noviembre, diciembre y enero y parte de febrero, sin grandes eventos porque las precampañas inician formal, legalmente el viernes 23 de febrero de 2024 y concluyen el domingo 24 de marzo de 2024. Ahí sí Claudia y Xóchitl -quienes ya estarán acompañadas de los candidatos de su partido a las 9 gubernaturas, a las 500 diputaciones federales y a las 128 senadurías, así como a las alcaldías y diputaciones locales en juego-, podrán hacer propuestas y compromisos. Así que preparémonos a ver muchas otras encuestas en falso, que darán como ganadora a Claudia por ventajas que ni soñando podrán ser ciertas. Seguro lo bueno de ellas es el pago que reciben los diarios por publicarlas y las encuestadoras por fabricarlas para ser instrumentos electorales. Falta todavía ver mucho en esta contienda por el país.

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