José Manuel Rueda Smithers

Una historia desde cualquier chat explica el momento

que muchos encuentran en el México de hoy:

La cultura de la indiferencia

La maestra Delfina Gómez será la primera mujer que gobierne el Estado de México, al ganar con más de tres millones de votos la elección del 4 de junio, en un proceso electoral que definitivamente resaltó por la falta de incidentes, a pesar de todo pronóstico. Muestra que el INE y los institutos estatales saben su oficio y esta vez, apoyados por casi 90 mil personas como funcionarios de casillas, hicieron que las cosas marcharan y punto.

Sin embargo, es preocupante analizar que más de la mitad del padrón no acudió a emitir su voto.

¿Qué pasa con quienes son ahora la mayoría que no vota?

Lo peor no es el abstencionismo, es la desesperanza de la gente que sí participa en los procesos.

Dice una analista seria durante una charla con la Cultura Impar, que la lógica en el pensamiento de esa indiferencia dicta ¿para qué votar, si por un lado gana Morena y por otro el PRI…? Son los mismos. Ese es el mensaje que les damos… Esas son sus opciones… Resultado: no votan”, sentenció.

En 18 años, los jóvenes de ahora han visto a presidentes de tres partidos distintos y el resultado para ellos es un país con muchos problemas: Violencia y desempleo para ellos. Sin importar donde vivan, no creen en los políticos y no les importan las elecciones, así de contundente el tema.

Y una persona más agrega: “a estas 3 cosas le añadiría el cortoplacismo, el apostar a la memoria corta de la gente; la gente vota por quien le ofrece una solución “inmediata” de acabar con los que por años han lucrado con el pueblo. Sin proyecto, sin planes, sin estrategia, solo la euforia de ganarles en el momento, y después, el desmadre… cómo el que trae el que tenemos por presidente. Mientras seamos mexicanos cortoplacistas de soluciones inmediatas, no avanzamos tampoco…”

Todos tienen razón. La cultura política de México sigue siendo la del caudillismo, no la del estadista que tiene programa de gobierno. Por eso las comparaciones con Venezuela y Cuba no son  tan erradas: como en la Alemania Nazi, queremos quien nos dirija y no quien gobierne.

En México no existe el sentido común. Primero está la cultura del menor esfuerzo, luego los intereses personales (y del no me molesten) para finalmente el ¿y qué gano yo?

Ganó Delfina (con menos votos de los que pensaron), lo demás no sirve. Perdieron el PRI y sus aliados (por más que presuman sus muy raquíticos números), y ganan la apatía y la ignorancia.

Y entonces, se agrega la contundente conclusión de una ama de casa: “México es un país con mucha pobreza, la gente quiere vivir mejor y si le ofrecen unos pesos cada dos meses lo agradecen, si becas a los huevetes, lo agradecen, si atacas a los ricos, te apoyan, no quieren analistas, quieren vivir mejor.

No hay solución en cuando menos un par de generaciones. Es más fácil que el conjunto social mexicano sea tan conformista como el cubano, venezolano y demás, ¿o estoy mal?” dice.

Ya en camino a su destino, agrega ideas: “Eso sí, la mentalidad de la revancha, el ataque y el encono, le dan poder a la codicia; cada quién con su granito de arena podemos y debemos hacer el cambio para todos, desde ya, si no, ni siquiera dos generaciones serán suficientes.

Durante semanas, fueron discursos, planes y pocas ideas, pero con la respuesta de la mitad de la gente donde se debe: en las urnas. Felicidad para Delfina Gómez Álvarez, candidata de #JuntosHacemosHistoria, por su triunfo en la entidad mexiquense.

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