Historia en el Metro: En sábado y quincena
Ricardo Burgos Orozco
Me reúno cotidianamente con un grupo pequeño de amigos periodistas. Normalmente lo hacemos entre semana y desayunamos en el tradicional Sanborn’s de Los Azulejos en el Centro Histórico. Ahora por cuestiones de tiempo nos encontramos el sábado 2 de septiembre. Yo venía desde la estación Zapata, transbordé en Hidalgo hacia Bellas Artes, de la Línea 2, caminé un poco y llegué como siempre muy puntual.
Tuve que esperar unos minutos porque había una fila algo larga de parroquianos esperando mesa. Eso suele suceder los fines de semana en todos los desayunadores de la Ciudad de México; difícilmente encuentras un lugar a menos que hayas hecho una reservación anticipada.
Recordé que por fortuna en el Sanborn’s no tienes necesidad de reservar, pero sí hay que armarse de paciencia para esperar. Yo llegué con mucho tiempo antes que mis compañeros, me registré con la persona de la entrada y a los diez minutos, sorprendentemente ya me estaban llamando para la mesa.
Celebro que casi todos mis colegas contemporáneos también son muy puntuales y después de una entretenida charla de tres horas, nos despedimos en la puerta, para irse cada quien a sus actividades cotidianas. Yo tenía una comida e iba con mucho tiempo, así que caminé a la estación Bellas Artes nuevamente, pero entré por el lado de la Línea 7, que va de Garibaldi Lagunilla a Constitución de 1917.
Estaban casi vacíos los andenes en la Línea 8, pero yo me equivoqué por distracción y realmente debía trasladarme a Bellas Artes de la Línea 2. Caminé a la salida, pero en el andén de enfrente observé a una pareja que se besaba y se abrazaba fuertemente como no queriendo zafarse uno de la otra y una del otro. No sé si se estaban despidiendo, se reencontraron o fue su primera cita de enamorados. Como haya sido, se notaba el amor entre ellos.
La línea 2 estaba muy saturada, contrariamente a la Línea 8. Me dije: seguro hubo algún incidente en la ruta, que impedía el movimiento normal de los trenes. Tuve que esperar tres convoyes hasta que por fin me pude subir, pero iba atestado de gente el vagón donde iba e igual todos los demás.
Para mí solamente era una estación de recorrido de Bellas Artes a Hidalgo, pero en Hidalgo hacia Taxqueña estaba igual de lleno de viajeros.
A tener paciencia nuevamente; ni modo. Lo bueno es que no tenía mucha prisa, pero sí me preocupaba que algo pudiera haber pasado para que en sábado hubiera tanta gente en los andenes. Les pregunté a dos mujeres policías que estaban cerca. Una de ellas me dijo que esas multitudes son de cada quincena, especialmente en Bellas Artes e Hidalgo. Una de las vigilantes comentó riendo: a la raza le urge gastar su lanita lo más rápido posible, parece que les quema.
Después de cuatro trenes me animé a subirme. Iba de nueva cuenta hacia Zapata. Prometí no volver a andar por esos lados en quincena. Es la locura, peor que entre semana.
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