NUNCA DIGAS NUNCA

Por Ricardo Burgos Orozco

A unas calles de la Villa de Guadalupe están tres estaciones del Metro: Deportivo 18 de Marzo y Potrero, de la Línea 3, y La Villa Basílica, de la Línea 6. Lo que nunca había ocurrido, dos de ellas permanecieron cerradas el sábado 12 de diciembre en el festejo de la Virgen de Guadalupe. Por ahí llegaban miles de personas para visitar el recinto guadalupano los años anteriores. Ahora fue diferente.

La inmensa instalación donde se ubica La Villa estuvo cercada para evitar la llegada de peregrinos como es tradición desde hace siglos cuando empezó la adoración a la Morena del Tepeyac. Cada año diez millones de personas la visitan en estas fechas.

Imelda, una mujer de alrededor de 50 años de edad, llegó desde hace unos días a la Ciudad de México proveniente de Mazatlán, Sinaloa, para visitar a la Virgen de Guadalupe. Su esperanza era poder ingresar, pero se encontró con vallas de metal que le impidieron avanzar más.

Me encontré a Imelda con su mamá y una de sus hermanas cuando venían de regreso y bajaban las escaleras de la estación Deportivo 18 de Marzo, que también está muy cerca de la Basílica.  Me dijo que estaban muy tristes porque van a regresar a su lugar de origen sin poder conocer La Villa.

Lo mismo le sucedió a millones de personas que acostumbran visitar el sagrado recinto. Esa tradición este sábado 12 de diciembre fue muy diferente a como estábamos acostumbrados. La celebración tuvo que ser a distancia.

Las autoridades decidieron cerrar todo el complejo mariano del 10 al 13 de diciembre para prevenir posibles contagios de Covid 19, que en las últimas semanas han aumentado considerablemente en la Ciudad de México.

Desde 1555, cuando se dice inició la veneración a la Virgen de Guadalupe, nunca había sucedido que cerrarán La Villa. Otros historiadores mencionan que la adoración empezó en 1531, casi inmediatamente después que Juan Diego Cuauhtlatoatzin – consagrado santo por la Iglesia Católica hace años — tuvo las cuatro apariciones en el Cerro del Tepeyac.

Ni siquiera en la época de la Independencia o la Revolución habían cerrado la iglesia de la guadalupana como ocurrió este 12 de diciembre. Es cierto que los días anteriores los fieles acudieron para venerar a la Virgen, pero estaban acostumbrados a hacerlo en la fecha exacta del festejo.

Para los comerciantes de los cientos de puestos de todo tipo de mercancía — imágenes, rosarios, veladoras, flores, comida y muchas cosas más — que existen alrededor de La Basílica tampoco fue un día como en los años anteriores. Muy triste para las ventas.

Hace días platiqué con Marcos, uno de los miles de comerciantes en La Villa. Dijo que esperaba recuperarse por tantos meses de escasas ventas, pero lo decepcionó el anuncio del cierre, precisamente cuando se supone llegan más fieles.

El coronavirus ha cambiado nuestras vidas y también nuestras tradiciones.

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