Faro Analítico: El huachicol fiscal y la fractura de la retórica oficial

* Desangra a la hacienda pública y erosiona la confianza en quienes deberían representar disciplina, lealtad y servicio a la nación.
La detención de altos mandos de la Marina y las muertes en condiciones “singulares y oportunas” vinculadas a la red de corrupción conocida como «huachicol fiscal», marcan un antes y un después en el discurso político de la autodenominada cuarta transformación.
Lo que hemos visto es que no es un hecho aislado ni una “manzana podrida”: es el golpe más severo a la narrativa de “honestidad valiente” y “no somos iguales” que ha acompañado al régimen desde su llegada al poder en el 2018.
La paradoja es brutal. Las instituciones militares y navales, elevadas desde el sexenio de AMLO a un rol protagónico en tareas civiles, aparecen hoy en el centro de un escándalo multimillonario que exhibe complicidades, protección y una estructura organizada de saqueo al fisco.
Las consecuencias internas son evidentes: si las fuerzas armadas, pilar del proyecto político de la 4T, se ven infiltradas por negocios oscuros, ¿qué garantías quedan de una lucha real contra el crimen organizado? La retórica de “cero corrupción” se desvanece frente a la evidencia de tolerancia e impunidad que han permitido que esta red florezca.
Pero las repercusiones van más allá de nuestras fronteras. El huachicol fiscal implica un complejo esquema de lavado de dinero con ramificaciones internacionales (ya hemos hablado de ciertas instituciones sancionadas por estas acciones y que también están ligadas al círculo del poder de MORENA).
Para Estados Unidos, socio estratégico en materia de seguridad y combate al crimen, la condición no es de un escándalo menor: es un recordatorio de la vulnerabilidad mexicana frente al crimen organizado y de la falta de controles institucionales, eso es lo que vino a enfatizar el Secretario de Estado del gobierno americano, Marco Rubio en la incómoda reunión con la titular del ejecutivo federal.
Al final, lo que está en juego no es solo la reputación del gobierno en turno, sino la credibilidad del Estado mismo. Un país donde las instituciones militares participan en el saqueo de recursos es un país que erosiona la confianza ciudadana, debilita su soberanía y arriesga su legitimidad internacional.
Desde palacio nacional se puede repetir “honestidad” como mantra, pero la realidad se impone: el huachicol fiscal es la prueba más dolorosa de que la corrupción no ha terminado, solo ha encontrado refugios en otros rostros más oscuros.
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