Columna invitada HISTORIAS EN EL METRO: LOS HOMBRES MUERTOS

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Por Ricardo Burgos Orozco

 Inició desarmando motores de tracción con 150 caballos de fuerza en el taller de revisión general de Zaragoza, hace 29 años. A finales de 1992, Eduardo García tuvo sus primeras experiencias como conductor en la Línea 5, la amarilla, que corre de Politécnico a Pantitlán.

La Línea 5 tiene la dificultad – reconoció Eduardo – que las puertas se abren por ambos lados y hay que vigilar mucho la seguridad de los usuarios. También es una ruta de superficie, muy expuesta a la lluvia y es una gran responsabilidad transportar en cada viaje entre mil 500 y mil 600 personas por tren.

También vivió la experiencia de recorrer las vías en la madrugada; verificar que los trenes estén en estado correcto y vigilar que no se haya quedado a dormir ningún usuario en algún tren por alguna situación y sí es así, reportarlo a vigilancia del Metro para que se aplique el reglamento, es decir, trasladarlo al juez cívico de la alcaldía correspondiente.

Estuvo como conductor un año ocho meses y por fortuna nunca arrolló a ninguna persona. Reconoció que sí tuvo que atender a varios usuarios desmayados por alguna razón, sobre todo por los apretujones y aglomeraciones de las horas pico.

Después de ese tiempo se promovió como inspector de transportes de la Línea 1, la más antigua del Sistema de Transporte Colectivo. Explicó que su trabajo era supervisar a los conductores. Detalló que en cada una de las terminales hay una pequeña caseta que le llaman “puesto de maniobras en línea” donde se toma la asistencia al personal, se determina el tren para cada uno y el servicio a cubrir.

Con gran experiencia de su trabajo, Eduardo señaló que, por ejemplo, en la Línea 1 los conductores dan cinco vueltas y circulan 37 trenes en hora pico. Por cierto, mencionó que esta ruta por ser la de mayor tiempo, le designan los trenes más modernos.

Eduardo dijo que los problemas de retraso de los trenes son principalmente porque algún usuario accionó una palanca de emergencia, problemas para cerrar las puertas por la propia gente y pocas ocasiones ocurre por un conflicto mayor en el cual el vehículo no se mueve por sí mismo y lo deben arrastrar a una terminal, pero antes se debe garantizar la seguridad de los pasajeros.

Estar en el puesto central de control es una gran responsabilidad, no pueden moverse porque en cualquier momento puede ocurrir un incidente grave como un sismo. Eduardo comentó que por eso a ellos les llaman “los hombres muertos” debido a que deben estar atentos todo su turno al tablero de mando.

En el puesto central de control por eso hay personal las 24 horas del día. Eduardo pertenece al segundo turno de seis de la mañana a las 14:30 horas. Cuando hay un anuncio de que “la marcha de los trenes será lenta” la comunicación va dirigida a los usuarios, al personal, a los conductores, a vigilancia, para que todos sepan cómo está la situación en las líneas.

Nuestro entrevistado aseguró que al Sistema de Transporte Colectivo pueden llegar los mejores abogados, técnicos o especialistas de lo que sea, pero deben aprender al principio de quienes tienen mayor experiencia en la institución. Mencionó de broma que aquí es como la “Universidad Metro”.

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