Por Alex Villegas..

Con el país dividido por el semáforo bicolor, entre rojo y naranja, la colectividad espera ansiosa el retorno pleno a la normalidad, en tanto el ciudadano presidente mantiene la atención en su agenda personal.
Desestima las protestas en su contra, con el argumento de que son pocos; va contra organismos como el Conapred, con el argumento del adelgazamiento de la estructura gubernamental, y critica el desempeño del INE, entre otros temas, pero de los más de mil muertos en un día, reportados el domingo 21 de junio, dice poco.
Lo sano, es que hasta donde se aprecia luego de las protestas sociales que se hicieron patentes durante las giras que realizó la semana pasada, el ciudadano presidente decidió no dar continuidad por tercera semana consecutiva a sus actividades fuera de Palacio Nacional.
Iba por el respaldo abierto del pueblo bueno, pero no lo obtuvo.
Mientras tanto, la colectividad poco a poco comienza a retomar las calles, a desplazarse para reactivarse económica y socialmente, aunque con temor.
El prolongado aislamiento social ha causado estragos que no son apreciados por el ciudadano presidente, pero que si se reflejan de manera obligada en la calidad de vida de la ciudadanía.
Regulación
La reactivación económica viene acompañada de elementos adicionales a la indumentaria social como cubrebocas, caretas y guantes, sobre los cuales poco o casi nada se ha dejado en claro, en los campos de calidad y utilidad, ya no se diga de certificación.
De ahí que sea más que necesario normar su producción y venta, a fin de que cuenten con la calidad requerida para cumplir a cabalidad con su pretendido cometido, porque hoy más que nunca ante la pasividad oficial, todo mundo se apunta para tomar parte en el negocio de fabricación y venta.
Al menos, las autoridades competentes con la Profeco a la cabeza tienen en este campo un ardua y amplia tarea por cumplir.

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