Domingo 07 de enero de 2024

Gilberto Meza

Al mago se le transparentan los trucos. Nada más triste que hacer evidentes los trucos con que quieren sorpendernos, al público, claro, los magos viejos que han dejado atrás sus mejores años y fracasan una y otra vez en sus intentos.

A mí me recuerdan los de El Magazo Beto El Boticario, sólo que para él evidenciar el fracaso era parte de su rutina. Me explicó, su atractivo, si lo tenía, era que nos mostraba que todo era un truco, y además uno que él era incapaz de realizar bien. Pero, insisto, su objetivo expreso era mostrarnos el fracaso del truco.

Para explicar lo que ocurre en Palacio es que lo he recordado, porque en realidad son muy similares. Veamos, Wikipedia nos dice (cito texto y doy crédito porque no quiero aparecer en la lista de Guillermo Sheridan) que “un síndrome es un cuadro clínico o un conjunto de síntomas que presenta alguna enfermedad con cierto significado y que por sus propias características posee cierta identidad.” Hasta aquí Wikipedia. La identidad no puede ser otra que la de Beto El Boticario, por eso.

El problema con el fantasma de Palacio es que él se los toma en serio. Por poner un ejemplo, inaugura e inaugura el Tren Maya que no acaba de funcionar, lo hizo tres veces con Dos Bocas, y tampoco, el tren a Toluca, y menos. A la farmaciotota le espera idéntico destino, un fracasotote, para seguir con la hipérbole.

Y el mago insiste, e insiste en decirnos que el país, sus obras icónicas incluidas, marcha requetebién, y pese a que sus corifeos repiten el mantra hasta la saciedad, ya no convencen a nadie.

¿Será, me pregunto, porque la realidad es muy terca y no acepta sobres amarillos?

Seguro que es por eso, me digo contrito, porque todos quisiéramos que funcionaran, en serio, que los cientos de miles de millones de dólares invertidos tuvieran alguna utilidad, es decir que por lo menos funcionaran, pero no hay manera. Y entonces todo se convierte en un fracasotote, que es el signo de este gobierno, donde no hay medicinas, ni seguridad, ni educación, donde los muertos de cada día marcan el signo ominoso del fracaso.

De veras, como extraño a Beto El Boticario. Con él, por lo menos, sabíamos a qué atenernos.

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